La profesión religiosa – Carta a los novicios legionarios de 2º año

¡Venga tu Reino!

C O N G R E G A T I O

L E G I O N A R I O R U M   C H R I S T I

D I R E C T O R  G E N E R A L I S

Ciudad de México, 6 de agosto de 2015

Transfiguración del Señor

A los hermanos de segundo año de noviciado 

Muy queridos hermanos, 

Les envío un saludo y mi oración a pocos días de que muchos de ustedes harán su primera profesión. En esta fiesta de la Transfiguración del Señor recordamos que la vida religiosa consiste en subir al monte para hacer la experiencia de Dios y luego volver al mundo para compartirla, anunciando a los hombres lo bien que se está junto al Señor. 

El día de su profesión, con la gracia de Dios, se propondrán seguir a Cristo más de cerca como sus legionarios. El paso que se disponen a dar nos llena de alegría y expectación a sus hermanos mayores: nos alegramos con ustedes porque el Señor los ha llamado con especial predilección y vivimos con expectación porque cada uno es una promesa para la instauración del Reino de Cristo en el mundo.

Ustedes llegan a este momento después de dedicarse durante dos años a discernir, profundizar y madurar su propia vocación; de pedir la gracia y colaborar con ella para forjar un amor personal y apasionado a Jesucristo y a su Reino; de asimilar afectiva y efectivamente el espíritu y la disciplina de la Legión (cf. Constituciones, n. 71). Todo esto se ha traducido en un crecimiento y maduración espirituales que les permitirá representar mejor a Jesucristo en medio de su pueblo.

Si bien el crecimiento y el desarrollo de la vocación es el reto y la tarea que debemos enfrentar cada día con ilusión, es muy importante no perder de vista el punto de partida: un encuentro personal con Jesucristo que produjo en sus corazones esa fascinación por el Señor que los llevó a dejarlo todo para compartir su mismo estilo de vida. Ahora que van a abrazar con ilusión una vida pobre, casta y obediente y prometer vivir según las reglas de la Legión de Cristo, tengan bien presente que esto es una respuesta a una mirada de amor de Cristo a cada uno de ustedes. Y es de esa mirada amorosa de donde parte todo.

La vocación legionaria, es inseparablemente vocación a la vida religiosa y al sacerdocio, y es como una semilla que el divino sembrador ha ido esparciendo y que ha caído en tierra buena. En el noviciado, y a lo largo de las distintas etapas de formación, y también en el ministerio, esa semilla se convierte en una planta, luego en un árbol que da sombra, cobija a las aves del cielo y da mucho fruto. Pero se puede correr el riesgo de ver más el árbol que ha surgido y sigue creciendo (con los estudios, un posible cambio de casa de formación, el apostolado, las relaciones con los demás, etc.) y olvidar la semilla de donde brotó todo y que sostiene todo: Jesucristo que nos ha robado el corazón e invitado a estar con Él, (vivir cómo él), para enviarnos a predicar (cf. Mc. 3, 14).

La fórmula de la profesión religiosa de los consejos evangélicos nos ayuda a no perder de vista que lo más importante de nuestra vida es crecer y corresponder al amor. Las palabras con las que consagrarán su vida a Dios en la Legión son: «Yo, en la presencia de la Santísima Trinidad, de la Virgen de los Dolores y de san Juan Evangelista […] prometo y hago voto a Dios omnipotente de vivir […] en pobreza, castidad y obediencia, de acuerdo con la institución de la vida religiosa en la Iglesia, a tenor de las Constituciones de la Congregación de los Legionarios de Cristo» (Constituciones n. 95).

Si analizamos en presencia de quién hacemos nuestra profesión, nos damos cuenta de que el legionario ofrece el don total de su vida en el lugar del amor más grande: el Calvario. Ahí está presente la Santísima Trinidad, pues el Padre ha enviado a su Hijo al mundo para salvarlo, el Verbo muere en la cruz para redimirnos de nuestros pecados y entrega el Espíritu. Al pie de la cruz están la Virgen de los Dolores y San Juan Evangelista, el que da testimonio de todas estas cosas. Es precisamente ahí en donde un novicio que va a profesar se pone de rodillas para corresponder al Amor con un amor que está más en las obras que en las palabras.

Como decía más arriba, la vocación legionaria es una vocación a la vida religiosa y al sacerdocio. Me quiero fijar en la dimensión religiosa: una consagración total a Dios, en el seguimiento cercano, que nos lleva por su gracia a una transformación interior y a una mayor identificación con Jesucristo. Dios nos consagra para sí en la Legión, y nosotros profesamos unos votos como legionarios. Él nos elige y nosotros le respondemos.  Esta dimensión religiosa, de identificación voluntaria y libre con Jesucristo en el corazón y en las obras, es parte integrante y esencial de la vocación, si hemos sido llamados a ser legionarios.

En las Constituciones al iniciar el segundo capítulo sobre el espíritu de la Congregación ponemos una cita de la exhortación apostólica Vita Consecrata que dice: «El fundamento evangélico de la vida consagrada se debe buscar en la especial relación que Jesús, en su vida terrena, estableció con algunos de sus discípulos, invitándoles no sólo a acoger el Reino de Dios en la propia vida, sino a poner la propia existencia al servicio de esta causa, dejando todo e imitando de cerca su propia vida». (n. 14).

Los animo a entrar con mucha confianza en la vida religiosa en la Legión y a entregarse con ánimo generoso para ser religiosos santos que se preparan para anunciar al Cristo que han conocido personalmente. No tengan miedo de sus fragilidades, pues el Señor es rico en misericordia y ama a quien busca darse a Él y a las almas no obstante sus limitaciones. San Juan, que está al pie de la cruz y es nuestro patrono tuvo miedo y huyó en Getsemaní. Pero a pesar de los temores, y con la ayuda de María, el amor venció al temor, la gracia a la debilidad, y se convirtió en el testigo privilegiado y apóstol del amor del Corazón de Cristo.

Los estaré encomendando a ustedes y a sus formadores de manera especial en esta recta final para su profesión religiosa. Procuren hacer memoria de ese primer encuentro con Cristo y a hacer presente el amor que han experimentado a través de la práctica de la caridad y de las obras de misericordia.

No dejen de pedir a Cristo Eucaristía por todos sus hermanos mayores, para que no solamente no dejemos el amor primero, sino que crezcamos cada día para corresponder mejor a un Dios tan misericordioso que ha querido invitarnos a ser verdaderamente suyos en la Legión, sus religiosos y sus sacerdotes.

Su hermano en Cristo y la Legión,

P. Eduardo Robles-Gil, L.C.